En el siglo pasado –y ya podemos decir esta frase con absoluta impunidad- ¡vamos, antes de ayer!, las chicas se conformaban con rizarse la melena con tenacillas calientes o comprar algún que otro tejano marca Wrangler o Lewis para mantener su status social y sentirse bien consigo mismas.
Hoy en día, estas rudimentarias soluciones han pasado a la historia. Muchos jóvenes necesitan alimentar su pobre e ignorante ego con verdaderos cambios que afectarán no sólo a su físico, sino, por supuesto, a todo su ser e incluso a su entorno.
Unos pechos más firmes, más voluminosos; unas prótesis aquí y allá; todo vale para sentirse mejor, sobre todo con el prójimo que está al lado y es cada vez más exigente.
Pero ¿cómo llegar a costearse estos pequeños caprichos? Nada mejor que discurrir una enfermedad tal como la depresión que provoca el “desear” y no “tener”; la “crisis” de “todos somos iguales, yo quiero lo mismo que ella tiene”. Así, la Seguridad Social, podrá cargar con estos gastos extras que abonamos todos los españoles para beneficio de unos pocos que no se gustan a sí mismos, y que seguirán sin gustar a los demás.
Ni que decir tiene, que este tipo de intervenciones, han de requerir la autorización de un progenitor o adulto responsable, en la mayoría de los casos, tratándose de un-a menor.
Nuestro gobierno, consciente de la falta de libertad con la que se encuentran estos seres todavía por desarrollar, y, contando con que una gran parte de sus padres prefieren reconocer en casa a sus propios hijos, ha tratado de paliar este pequeño escollo con una medida para algunos comedida, pero sin duda, eficaz: Ellas podrán decidir si abortan o no, si ponen en peligro sus vidas, aunque tengan que pedir permiso para rectificar un tabique nasal desviado o alargarse las pestañas. Mientras tanto, y ante la falta de criterio que puede asolar a un adolescente, en los centros de planificación familiar, se recetan píldoras anticonceptivas o incluso abortivas por doquier.
Y es por ello que Las Niñas quieren ser princesas… España es el país del cambio. Tanto, que incluso la Casa Real se ha visto afectada.
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