La controvertida ley del tabaco ha suscitado, en más de uno, un sentimiento de profunda frustración que le ha llevado a pensar que España se sume en una democracia ficticia (¡Dios mío.! ¡Qué falacia!).
¿Con qué prudencia ha actuado nuestro presidente al obviar decisiones de este tipo en su programa político?. Por supuesto, así habría de hacerse, o de otra forma, podría haberse perdido un inestimable porcentaje de votos empedernidos de nicotina y alquitrán, votos, sin duda ignorantes, pensadores que han llegado a creer que uno se muere como le da la gana.
Pues va a ser que no. La actitud magnánima de nuestro presidente ha consistido en privarnos del desagradable humo colectivo del tabaco en interiores y en concedernos, a cambio, la placentera visión de algún que otro cadáver consumido por sus propios vicios decorando las cajetillas. ¡Qué claridad de mensajes!. No hay como ver para creer.
Así, no hemos dudado de esta patochada de la salud pública. Pero…. ¿se han ustedes preguntado qué ocurre cuando se demuestra que un producto es dañino? Pues se retira del mercado y punto. ¿Es que acaso todavía no se ha podido demostrar que el tabaco mata? ¿Son falsas las imágenes terribles y agonizantes?
No me atrevo a pensar que el heraldo público pueda verse mermado al renunciar a los elevados impuestos que gravan este delicioso y venenoso placer. Y por eso, tal vez sólo por eso, ahí sigue, en las estanterías de cada estanco –con licencia gubernamental-, en cada máquina expendedora –con licencia gubernamental- en cada bolso y bolsillo –con licencia para disfrutar como les da la gana.-
Pero no todo ha sido negativo. Los vecinos con vicios comunes se congregan en las terrazas, fomentando la conversación y el debate. El resto, los más elegantes, levantan testimonio con vídeos y fotografías de aquellos infelices que todavía se atreven a sacar el pitillo cerca de un parque o colegio, sin haber medido con la suficiente fidelidad la distancia reglamentaria.
Eso, sin mencionar a aquellos que han podido abandonar con dignidad su vicio inconfesable, y más cuando el estiramiento de sus facciones apenas les permite mantener el cigarrillo en la boca.
Veremos lo que ocurre cuando empiece el invierno y se incrementen las gripes y los constipados por la exposición reiterada a la intemperie. A ver si no se resienten demasiado las arcas de la Seguridad Social.
Y bien pensado… ¿qué más dará morir de frío que por el tabaco?.
Digo yo! si no me quieren dejar fumar un pitillo en ningún local cerrado que lo ilegalicen y punto! y que dejen la hipocresía de prohibir pero sin dejar de percibir....grrrrr....ahora los fumadores nos moriremos también antes pero de neumonía, gripes, constipados.....
ResponderEliminar