Es curiosa, no obstante, esta tendencia. En un mundo dominado por el sex-appeal de esos hombres rapados hasta el tuétano, imitadores tardíos de Yul Brynner o el mismísimo Telly Savalas “alias Kojak”, surge la disyuntiva de ponerse una poblada cabellera.
Pero, volvamos a la razón que ha motivado esta obsesión. ¿Tendrá algo que ver con la famosa crisis que padecemos? La respuesta parece ser obvia: No.
Pues quizás estemos más que equivocados.
SÍ. Estamos en crisis. Por fin, hemos podido conocer este hecho tan cierto como la vida misma. Nuestro gobierno, abandonando por un instante la actitud paternalista que lo caracteriza, se ha decidido, en un momento de valentía –efímero, no vayamos a pensar…- o tal vez, de locura, a confirmarnos la tan terrible noticia.
Esto ha provocado la caída de muchos mercados, afectando a las grandes finanzas y a las compañías multinacionales, que han visto, en el mejor de los casos, como mermaban sus ingresos. ¿Cómo no habría pues de provocar la caída del cabello semejante preocupación? Sabemos que el stress es una de las causas más frecuentes de esta pérdida y ¿quién no está estresado hoy en día?. Basta con echar un vistazo al extracto del banco y a la hipoteca pendiente para que a uno se le quite el hipo o se quede sin flequillo y sin coronilla.
Por otra parte, esta tendencia a la protección del cráneo o de la masa cerebral, parece contradecirse con la desaparición del vello en otras partes del cuerpo. Así, cualquier metrosexual que se precie, no dejará en todo su cuerpo ni el más mínimo folículo piloso que pueda dar lugar a la repoblación, superando incluso a la mujer más exigente.
Si el proteger tanto la cabeza sirviese para mejorar las ideas o agudizar el ingenio sería una de las medidas más exitosas de nuestra época. A lo mejor, no para aquellos que ostentan el derecho a decidir por los demás y darnos todo hecho, evitando que “el pensar nos haga libres”.
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